Por Juan Manuel López
La milenaria tradición de colocar una ofrenda a nuestros difuntos los días 1 y 2 de noviembre, tiene sus orígenes en los antiguos altares precolombinos, los cuales estaban dedicados a diferentes dioses y cuya temporalidad variaba de acuerdo a las fechas en que nuestros antepasados les festejaban.
De acuerdo con el calendario prehispánico, cada deidad tenía un espacio de tiempo determinado. Así, las ofrendas pertenecientes a Mictlantecuchtli (señor de los muertos) coincidían con el mes de noviembre en el calendario gregoriano. Los españoles, en su misión por institucionalizar el cristianismo en tierras mesoamericanas, decidieron empatar ambas visiones, engendrando un sincretismo muy complejo, que dio vida a algunas fiestas como las del Día de Muertos.
La concepción de los antiguos mexicanos sobre las almas, es que nunca se van del todo y que conviven con los vivos, esta cosmogonía se emparejó con una concepción muy similar a la de los europeos, herencia que le dejaron los egipcios y los chinos. Es por esta mezcla cultural que hoy no se puede imaginar una ofrenda sin una cruz, la foto del difunto y unas flores de cempasúchil.
De acuerdo a la tradición, el altar de muertos comienza a montarse desde el 30 o 31 de octubre y permanece hasta el 2 o 3 de noviembre (dependiendo la región de México). Se dice que el 31 de octubre llegan las almas de los niños y se van al medio día del 1 de noviembre, justo cuando llegan las de los adultos para disfrutar de los ofrecimientos levantados en su memoria y retirarse al siguiente día.
La milenaria tradición de colocar una ofrenda a nuestros difuntos los días 1 y 2 de noviembre, tiene sus orígenes en los antiguos altares precolombinos, los cuales estaban dedicados a diferentes dioses y cuya temporalidad variaba de acuerdo a las fechas en que nuestros antepasados les festejaban.
De acuerdo con el calendario prehispánico, cada deidad tenía un espacio de tiempo determinado. Así, las ofrendas pertenecientes a Mictlantecuchtli (señor de los muertos) coincidían con el mes de noviembre en el calendario gregoriano. Los españoles, en su misión por institucionalizar el cristianismo en tierras mesoamericanas, decidieron empatar ambas visiones, engendrando un sincretismo muy complejo, que dio vida a algunas fiestas como las del Día de Muertos.
La concepción de los antiguos mexicanos sobre las almas, es que nunca se van del todo y que conviven con los vivos, esta cosmogonía se emparejó con una concepción muy similar a la de los europeos, herencia que le dejaron los egipcios y los chinos. Es por esta mezcla cultural que hoy no se puede imaginar una ofrenda sin una cruz, la foto del difunto y unas flores de cempasúchil.
De acuerdo a la tradición, el altar de muertos comienza a montarse desde el 30 o 31 de octubre y permanece hasta el 2 o 3 de noviembre (dependiendo la región de México). Se dice que el 31 de octubre llegan las almas de los niños y se van al medio día del 1 de noviembre, justo cuando llegan las de los adultos para disfrutar de los ofrecimientos levantados en su memoria y retirarse al siguiente día.
A continuación te presentamos los elementos que debes tomar en cuenta para instalar tu propia ofrenda y dedicársela a aquellos difuntos que tanto quieres.
1. Niveles En muchos lugares de México se acostumbra levantar ofrendas de siete, tres o dos niveles, cada uno con un significado diferente. Se dice que cada nivel simboliza algo distinto; por ejemplo, el primero (en algunos casos un primer escalón y en otros el piso) lleva elementos referentes a la tierra como frutos o un petate, mientras que en el último se coloca el retrato del difunto para simbolizar el lugar donde se encuentra: el cielo. 2. Elementos de la ofrenda Flor de cempasúchil: es probablemente el principal elemento. Sus pétalos son utilizados para trazar caminos que dirigen a las almas de la entrada del hogar a la ofrenda, además de colocarse en floreros y arcos. Arcos: representa la puerta que da la bienvenida a los fieles difuntos. Hoy en día es raro ver una ofrenda con un gran arco elaborado de flor de cempasúchil. Calaveritas de azúcar: aunque en un inicio eran de amaranto, estas figurillas dulces evolucionaron como una representación de los difuntos a quienes se dedica la ofrenda, es por esto que se les agrega su nombre en la frente. Pan de muerto: es uno de los elementos infaltables en las ofrendas, la mayoría son redondeados y con tiras alrededor que representan huesos de una calavera, pueden ser de sabor naranja, anís o nuez. Papel picado: Se dice que representa al aire, que es uno de los cuatro elementos omnipresentes en la ofrenda. Agua: se colocan algunos vasos con agua para la sed de las almas viajeras y como representación de uno de los cuatro elementos de la naturaleza. Retrato del difunto: Generalmente éste se coloca en el nivel superior de la ofrenda. Incienso o copal: otra representación del aire y guía olfativa para los fieles difuntos que "nos visitan". Color morado: es un color tradicional del luto, no debe faltar en el colorido de la ofrenda de muertos. Veladoras: en representación del fuego, una por cada difunto para iluminar su camino a casa. 3. Platillos y bebidas preferidas del difunto Dulces mexicanos: se colocan para dar un manjar a las almas de los más pequeños. Frutas: principalmente las manzanas, cañas, naranjas, guayabas, etc. Bebidas: lo más tradicional es el pulque, bebida propia de los mexicanos. Además de la cerveza, mezcal y tequila. Platillos: un exquisito mole es el platillo principal, además de arroz y frijoles. Tu opinión también es importante, comenta si nos faltó algún otro elemento, ya que si bien éstos son los básicos que identifican a una bella ofrenda mexicana, cada quien le pone su toque personal. Y tú… ¿qué le agregarías a tu ofrenda? |