Por: Juan Manuel López
Información recopilada de la revista Algarabía 52, diciembre de 2008.
La época navideña tiene muchos mitos entre sus conceptos, uno de los principales es que debes gastar a manos llenas para poder disfrutar de estas fechas, algo que es totalmente falso, ya que si bien es necesario celebrar el nacimiento del niño Dios, no es forzoso lucirse con una gran cena, regalos ostentosos ni vino al por mayor, lo principal en estas fechas es la convivencia, el amor y la paz interior.
Así como este mito, existen muchos otros que se nos dice, son necesarios para que la navidad sea perfecta, a continuación te enlistamos algunos de los más importantes y curiosos, que han marcado la historia y cultura de la humanidad.
Información recopilada de la revista Algarabía 52, diciembre de 2008.
La época navideña tiene muchos mitos entre sus conceptos, uno de los principales es que debes gastar a manos llenas para poder disfrutar de estas fechas, algo que es totalmente falso, ya que si bien es necesario celebrar el nacimiento del niño Dios, no es forzoso lucirse con una gran cena, regalos ostentosos ni vino al por mayor, lo principal en estas fechas es la convivencia, el amor y la paz interior.
Así como este mito, existen muchos otros que se nos dice, son necesarios para que la navidad sea perfecta, a continuación te enlistamos algunos de los más importantes y curiosos, que han marcado la historia y cultura de la humanidad.
1. Si compras un arbolito de Navidad artificial salvas un pino de los bosques.
Este mito ha sido muy exitoso como argumento de venta, pero lo cierto es que los pinos naturales que se comercializan cada temporada, son sembrados para venderse a fin de año, así que es como cualquier otro cultivo de plantas.
Simplemente en Estados Unidos se siembran alrededor de 500 millones de pinos navideños cada año, por el contrario, en México se destinan 1750 hectáreas para cultivo exclusivo de estos árboles, que cuentan con la aprobación y la vigilancia de la Comisión Nacional Forestal.
Un poco contradictorio es pensar que la gente que compra arbolitos artificiales pensando que “con ello salva un árbol”, se han puesto a pensar que ese producto viene dentro de una caja de cartón que es derivado de árboles verdaderos, y si a esto le añadimos que quienes compran un arbolito artificial lo cambian en un promedio de 4 a 5 años (porque los nuevos son más parecidos a los naturales), dejando en la basura al anterior, entonces… ¿dónde quedó el esmero por cuidar el ambiente?
2. Jesús nació el 25 de diciembre Uno de los mitos más representativo de esta época es el nacimiento de Jesucristo
Este evento tiene su justificación en la religión e historia. Para contextualizar, antes de la caída del Imperio Romano de Occidente, el tiempo se medía a partir de la fundación de Roma: al indicarse una fecha, se acompañaba de las iniciales a. u. c., siglas de ab urbe condita, que significa: “desde la fundación de la ciudad”.
En el siglo VI d. C., el papa Juan I ordenó al monje Dionisio “el Exiguo” que redactara una cronología de los acontecimientos más relevantes ocurridos hasta ese momento. El monje era un sabio cristiano formado en la tradición cultural romana y comenzó su cronología a partir de la fundación de Roma; cuando designó una fecha al nacimiento de Jesús, determinó que había ocurrido el 25 de diciembre del año 753 a.u.c., y al comienzo del nuevo año lo nombró como “año uno a. D.”, siglas de anno Domini: “año del Señor”. Pero, al parecer, Dionisio falló en sus cálculos.
En el Evangelio según San Mateo (capítulo 2, versículo 1) se dice que “Jesús nació en Judea en los días del rey Herodes”. En la antigüedad se daba fe de los acontecimientos a partir de los reinados. Herodes el Grande gobernó en Judea entre los años 37 y 4 a. C. Es muy conocido el pasaje de los Evangelios en que Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años de edad porque temía, a partir de la revelación que le hicieron los magos de Oriente, que hubiera nacido un nuevo rey que lo despojaría de su trono.
Por otro lado San Lucas, en el capítulo 2, versículos: 1 al 5 de su evangelio, narra cómo durante el reinado de César Augusto se emitió un edicto que ordenaba a todo ciudadano empadronarse en su lugar de origen. Se cree que este censo motivó el viaje de María y José a Belén, de donde éste último era originario, según lo afirma el evangelio de San Lucas. Aparte de estas referencias bíblicas, no existe evidencia histórica que confirme la realización de un censo como el que describe San Lucas, alrededor del año 8 a.C.
Esa como parte de la justificación histórica, sin embargo la elección del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesucristo está vinculada con el fin de las festividades del solsticio de invierno, un acontecimiento celebrado por casi todas las religiones de la antigüedad.
Los romanos de finales del siglo III d.C. celebraban una fiesta denominada del Sol Invencible, que compartía algunas características con las fiestas cristianas y servía de preámbulo a los festejos de fin de año en honor a Saturno, conocidos como Saturnalia.
La viajera hispana Eteria visitó Tierra Santa a fines de la cuarta centuria y en sus escritos describe la celebración de una solemne vigilia en la Gruta de la Natividad (a finales de enero), después de la cual se partía hacia Jerusalén, donde se celebraba la Eucaristía. La realización de esta ceremonia se extendió rápidamente por la cristiandad y así, a partir de los siglos V y VI d.C., comenzó a practicarse en Hispania (hoy España), el norte de África y el norte de Italia, aunque no fue sino hasta el siglo VIII d.C. cuando se popularizó en toda Europa.
Este evento tiene su justificación en la religión e historia. Para contextualizar, antes de la caída del Imperio Romano de Occidente, el tiempo se medía a partir de la fundación de Roma: al indicarse una fecha, se acompañaba de las iniciales a. u. c., siglas de ab urbe condita, que significa: “desde la fundación de la ciudad”.
En el siglo VI d. C., el papa Juan I ordenó al monje Dionisio “el Exiguo” que redactara una cronología de los acontecimientos más relevantes ocurridos hasta ese momento. El monje era un sabio cristiano formado en la tradición cultural romana y comenzó su cronología a partir de la fundación de Roma; cuando designó una fecha al nacimiento de Jesús, determinó que había ocurrido el 25 de diciembre del año 753 a.u.c., y al comienzo del nuevo año lo nombró como “año uno a. D.”, siglas de anno Domini: “año del Señor”. Pero, al parecer, Dionisio falló en sus cálculos.
En el Evangelio según San Mateo (capítulo 2, versículo 1) se dice que “Jesús nació en Judea en los días del rey Herodes”. En la antigüedad se daba fe de los acontecimientos a partir de los reinados. Herodes el Grande gobernó en Judea entre los años 37 y 4 a. C. Es muy conocido el pasaje de los Evangelios en que Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años de edad porque temía, a partir de la revelación que le hicieron los magos de Oriente, que hubiera nacido un nuevo rey que lo despojaría de su trono.
Por otro lado San Lucas, en el capítulo 2, versículos: 1 al 5 de su evangelio, narra cómo durante el reinado de César Augusto se emitió un edicto que ordenaba a todo ciudadano empadronarse en su lugar de origen. Se cree que este censo motivó el viaje de María y José a Belén, de donde éste último era originario, según lo afirma el evangelio de San Lucas. Aparte de estas referencias bíblicas, no existe evidencia histórica que confirme la realización de un censo como el que describe San Lucas, alrededor del año 8 a.C.
Esa como parte de la justificación histórica, sin embargo la elección del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesucristo está vinculada con el fin de las festividades del solsticio de invierno, un acontecimiento celebrado por casi todas las religiones de la antigüedad.
Los romanos de finales del siglo III d.C. celebraban una fiesta denominada del Sol Invencible, que compartía algunas características con las fiestas cristianas y servía de preámbulo a los festejos de fin de año en honor a Saturno, conocidos como Saturnalia.
La viajera hispana Eteria visitó Tierra Santa a fines de la cuarta centuria y en sus escritos describe la celebración de una solemne vigilia en la Gruta de la Natividad (a finales de enero), después de la cual se partía hacia Jerusalén, donde se celebraba la Eucaristía. La realización de esta ceremonia se extendió rápidamente por la cristiandad y así, a partir de los siglos V y VI d.C., comenzó a practicarse en Hispania (hoy España), el norte de África y el norte de Italia, aunque no fue sino hasta el siglo VIII d.C. cuando se popularizó en toda Europa.
3.- Los Reyes Magos eran tres Y ya que hablamos de los pasajes bíblicos
Una de las tradiciones que amamos tanto los adultos como los niños es la llegada de los Reyes Magos a adorar al niño Jesús, llevándole distintos regalos representativos de un rey, de un humano y de un Dios. Sin embargo, se convierte en mito al momento de afirmar que fueran tres, que fuesen magos y a la vez reyes.
Según el Evangelio de San Mateo, durante el reinado de Herodes llegaron a Jerusalén unos magos a preguntarle: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”, pero San Mateo nunca mencionó que los magos fueran tres y ni siquiera reyes, sólo que provenían de Oriente; por ello se pensó que eran originarios de la antigua Persia, donde vivió, entre los años 628 y 551 a.C., el profeta Zoroastro, quien estableció las bases de un culto que recibiría su nombre y cuyos sacerdotes fueron denominados por los antiguos griegos como magoi. La gente pensaba que los magoi podían manipular fuerzas sobrenaturales y por ello a esas habilidades se le llamó magia y, a sus practicantes, magos.
Más tarde, otros teólogos infirieron que los magos provenían del sur de la Península Arábiga, de Babilonia, Persia o incluso de la India.
En el siglo V, el teólogo Beda el Venerable estableció que “el primero de los magos fue Melchor: un anciano de larga cabellera blanca y barba abundante, quien ofreció oro, símbolo de la realeza divina. El segundo, llamado Gaspar, joven, imberbe, de tez blanca y rosada, honró a Jesús con incienso, símbolo de la divinidad. El tercero, llamado Baltasar, de tez morena, ofreció mirra, que significaba que el Hijo del hombre debía morir”.
A partir de entonces a los magos se les dotó de la investidura de reyes. En el siglo XII, Baltasar fue representado en las iconografías como un rey moro. Este cambio obedeció a la idea medieval de que la humanidad desciende de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet.
Para finalizar con esta humilde nota, sólo basta agregar que la rosca de Reyes tuvo su origen en una costumbre de las antiguas culturas mediterráneas que, durante el solsticio de invierno, elaboraban un pan con forma de anillo para conmemorar la renovación de la fertilidad de la tierra. Cuando la Iglesia cristiana adoptó esta tradición dentro de sus festividades, cambió la adoración del Sol por la llegada de Jesucristo.
Así que ya sabes algunos de los mitos de estas fechas, sin embargo lo más importante no es la justificación que se les pueda dar a nuestras tradiciones, sino la fe con la que las ponemos en práctica, ya que recuerda que lo más importante no es la celebración que se da cada año repetidamente, lo más importante es disfrutar de estas fechas en compañía de nuestros seres queridos y de la bondad que nace en nuestro corazón.
Una de las tradiciones que amamos tanto los adultos como los niños es la llegada de los Reyes Magos a adorar al niño Jesús, llevándole distintos regalos representativos de un rey, de un humano y de un Dios. Sin embargo, se convierte en mito al momento de afirmar que fueran tres, que fuesen magos y a la vez reyes.
Según el Evangelio de San Mateo, durante el reinado de Herodes llegaron a Jerusalén unos magos a preguntarle: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”, pero San Mateo nunca mencionó que los magos fueran tres y ni siquiera reyes, sólo que provenían de Oriente; por ello se pensó que eran originarios de la antigua Persia, donde vivió, entre los años 628 y 551 a.C., el profeta Zoroastro, quien estableció las bases de un culto que recibiría su nombre y cuyos sacerdotes fueron denominados por los antiguos griegos como magoi. La gente pensaba que los magoi podían manipular fuerzas sobrenaturales y por ello a esas habilidades se le llamó magia y, a sus practicantes, magos.
Más tarde, otros teólogos infirieron que los magos provenían del sur de la Península Arábiga, de Babilonia, Persia o incluso de la India.
En el siglo V, el teólogo Beda el Venerable estableció que “el primero de los magos fue Melchor: un anciano de larga cabellera blanca y barba abundante, quien ofreció oro, símbolo de la realeza divina. El segundo, llamado Gaspar, joven, imberbe, de tez blanca y rosada, honró a Jesús con incienso, símbolo de la divinidad. El tercero, llamado Baltasar, de tez morena, ofreció mirra, que significaba que el Hijo del hombre debía morir”.
A partir de entonces a los magos se les dotó de la investidura de reyes. En el siglo XII, Baltasar fue representado en las iconografías como un rey moro. Este cambio obedeció a la idea medieval de que la humanidad desciende de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet.
Para finalizar con esta humilde nota, sólo basta agregar que la rosca de Reyes tuvo su origen en una costumbre de las antiguas culturas mediterráneas que, durante el solsticio de invierno, elaboraban un pan con forma de anillo para conmemorar la renovación de la fertilidad de la tierra. Cuando la Iglesia cristiana adoptó esta tradición dentro de sus festividades, cambió la adoración del Sol por la llegada de Jesucristo.
Así que ya sabes algunos de los mitos de estas fechas, sin embargo lo más importante no es la justificación que se les pueda dar a nuestras tradiciones, sino la fe con la que las ponemos en práctica, ya que recuerda que lo más importante no es la celebración que se da cada año repetidamente, lo más importante es disfrutar de estas fechas en compañía de nuestros seres queridos y de la bondad que nace en nuestro corazón.