por: josé luis velasco cárdenas
Los focos o bombillas, además de ser un invento con gran impacto en la sociedad moderna, han simbolizado el surgimiento de ideas e innovaciones. El foco se prende cuando llegan las ideas, no importa si éstas son benéficas o incluso si son perjudiciales. Claro ejemplo de esto es el proyecto o cártel Phoebus.
A fines de 1924 los principales productores de bombillas de América y de Europa se reúnen con la intención de controlar la producción y distribución de bombillas alrededor del mundo. Esto fue conocido como el cártel Phoebus, que además de intercambiar patentes para hacer a todas las bombillas de la época más parecidas entre sí; su mayor y más fuerte golpe fue el de reducir las horas de vida de las bombillas de 2,500 a 1,000 horas. Todo esto con la intención de obtener productos de menor calidad pero que aseguraban más ventas. Así, si usabas 10 bombillas para todo el año, ahora tendrías que usar 25. Esto en la actualidad se sigue haciendo y se llama obsolecencia programada.
El cártel Phoebus tomó el control de la producción aproximadamente por quince años, hasta la intervención de organismos internacionales, pero aun así el daño ya estaba hecho al ser los pioneros en servirse de la obsolecencia programada para aumentar sus ventas. Estrategia que muchos otros productos fueron adquiriendo con los años. La idea de obtener productos resistentes y con la mayor durabilidad posible fue cambiando por la de mayor rentabilidad y ganancia posible.
La historia del Cártel Phoebus no termina ahí. Las investigaciones y experimentos se vieron afectados por el control del cártel, ya que no permitieron el progreso de la bombilla. Por aquellos años (década de los 20’s) se diseñaron bombillas que presumían una admirable duración de 100,000 horas, pero nunca llegaron al mercado porque los miembros del Phoebus preferían vender 100 bombillas de 1,000 horas que una de 100,000.
Hoy en día los focos ahorradores tienen una vida aproximada de 12,000 horas, que ya es bastante, pero no si se compara con la peculiar bombilla de la estación de bomberos de Livermore, California. En 1972 se descubrió que dicha bombilla lleva encendida desde 1901 y hasta el día de hoy sigue iluminando a la estación, lo cual se puede constatar desde el sitio web: http://www.centennialbulb.org/cam.htm, haga sus cuentas de la durabilidad de la bombilla.
La bombilla de Livermore fue hecha en Ohio y el secreto de su durabilidad y la resistencia del filamento fue un secreto que su inventor se llevó a la tumba. Llevaba existiendo más de 20 años antes del Phoebus y su luz ha sido más duradera. Cuando en el 2001, la bombilla cumplió sus 100 años funcionando, la gente del pueblo se reunió para celebrar una fiesta con casi mil personas, que bailaron, comieron pastel y hasta cantaron el clásico “happy birthday”. Sin duda esto no se ve todos los días.
A lo largo de la historia de la humanidad podemos ver que han existido millones de ideas que de una manera u otra han contribuido al mundo que hoy en día conocemos. Las hubo claras y oscuras, unas fueron más duraderas que otras, también han existido ideas fuertes y contagiosas que iluminaron a más de uno, a pueblos o naciones enteras, pero por el contrario, también han existido las egoístas y perjuciales.
El cártel Phoebus además de ser de los primeros en usar la obsolecencia programada y cambiar la manera de producción para siempre, es un claro ejemplo de que las ideas pueden ser nocivas y servir a intereses particulares aunque afecten a grandes sectores de la población.
Haciendo una analogía, que diferente sería que todas nuestras ideas fueran como la bombilla de Livermore: luminosas, resistentes, comprometidas, compartidas y sobre todo trascendentes. Más parecidas a una fiesta que a un complot, y sobretodo con el único fin de ayudar y mejorar el mundo en el que vivimos.
A fines de 1924 los principales productores de bombillas de América y de Europa se reúnen con la intención de controlar la producción y distribución de bombillas alrededor del mundo. Esto fue conocido como el cártel Phoebus, que además de intercambiar patentes para hacer a todas las bombillas de la época más parecidas entre sí; su mayor y más fuerte golpe fue el de reducir las horas de vida de las bombillas de 2,500 a 1,000 horas. Todo esto con la intención de obtener productos de menor calidad pero que aseguraban más ventas. Así, si usabas 10 bombillas para todo el año, ahora tendrías que usar 25. Esto en la actualidad se sigue haciendo y se llama obsolecencia programada.
El cártel Phoebus tomó el control de la producción aproximadamente por quince años, hasta la intervención de organismos internacionales, pero aun así el daño ya estaba hecho al ser los pioneros en servirse de la obsolecencia programada para aumentar sus ventas. Estrategia que muchos otros productos fueron adquiriendo con los años. La idea de obtener productos resistentes y con la mayor durabilidad posible fue cambiando por la de mayor rentabilidad y ganancia posible.
La historia del Cártel Phoebus no termina ahí. Las investigaciones y experimentos se vieron afectados por el control del cártel, ya que no permitieron el progreso de la bombilla. Por aquellos años (década de los 20’s) se diseñaron bombillas que presumían una admirable duración de 100,000 horas, pero nunca llegaron al mercado porque los miembros del Phoebus preferían vender 100 bombillas de 1,000 horas que una de 100,000.
Hoy en día los focos ahorradores tienen una vida aproximada de 12,000 horas, que ya es bastante, pero no si se compara con la peculiar bombilla de la estación de bomberos de Livermore, California. En 1972 se descubrió que dicha bombilla lleva encendida desde 1901 y hasta el día de hoy sigue iluminando a la estación, lo cual se puede constatar desde el sitio web: http://www.centennialbulb.org/cam.htm, haga sus cuentas de la durabilidad de la bombilla.
La bombilla de Livermore fue hecha en Ohio y el secreto de su durabilidad y la resistencia del filamento fue un secreto que su inventor se llevó a la tumba. Llevaba existiendo más de 20 años antes del Phoebus y su luz ha sido más duradera. Cuando en el 2001, la bombilla cumplió sus 100 años funcionando, la gente del pueblo se reunió para celebrar una fiesta con casi mil personas, que bailaron, comieron pastel y hasta cantaron el clásico “happy birthday”. Sin duda esto no se ve todos los días.
A lo largo de la historia de la humanidad podemos ver que han existido millones de ideas que de una manera u otra han contribuido al mundo que hoy en día conocemos. Las hubo claras y oscuras, unas fueron más duraderas que otras, también han existido ideas fuertes y contagiosas que iluminaron a más de uno, a pueblos o naciones enteras, pero por el contrario, también han existido las egoístas y perjuciales.
El cártel Phoebus además de ser de los primeros en usar la obsolecencia programada y cambiar la manera de producción para siempre, es un claro ejemplo de que las ideas pueden ser nocivas y servir a intereses particulares aunque afecten a grandes sectores de la población.
Haciendo una analogía, que diferente sería que todas nuestras ideas fueran como la bombilla de Livermore: luminosas, resistentes, comprometidas, compartidas y sobre todo trascendentes. Más parecidas a una fiesta que a un complot, y sobretodo con el único fin de ayudar y mejorar el mundo en el que vivimos.